Quiero compartir con vosotros los conflictos más comunes con los que me suelo encontrar en terapia cuando se trata de problemas de pareja:

“No consigo que mi pareja quiera hablar conmigo del problema que tenemos”.

“Cuando intento hablar con él/ella, se pone a la defensiva y se siente atacad@”.

“Desde que fuimos padres, ya no somos los mismos, no tenemos tiempo de calidad para nosotros”.

“En las discusiones siempre queremos llevar los dos la razón, es como una competición”.

Las respuestas a todas estas cuestiones son clave para que la pareja entienda la raíz de los conflictos que los llevan a no poder solucionar sus problemas, generándoles un desgaste tanto físico como emocional.

El problema es que suelen esperar a estar en este punto de casi no retorno para pedir ayuda y buscar un terapeuta.

Yo siempre aconsejo no esperar a estar tan “quemado” para acudir a terapia.

¿Cómo podemos ayudar los psicólogos?

Las herramientas y pautas que damos los psicólogos a las parejas son siempre de mucha utilidad para el día a día, y no es necesario estar al borde de una ruptura para ponerlas en práctica.

Una relación ha de cuidarse a diario, nunca hay que darla por sentado, ni dejar de trabajar en ella. La comunicación sana ha de ser fluida y constante entre la pareja, igual que el ser capaces de encontrar tiempo de calidad para pasar a solas. Se tengan las cargas que se tengan, siempre se puede encontrar tiempo.

Vamos a intentar resolver estas cuestiones de manera que podáis encontrar la clave del conflicto y la resolución del mismo:

“No consigo que mi pareja quiera hablar conmigo del problema que tenemos”.

Esto es algo que siempre surge en terapia, donde una de las dos partes tiene esa necesidad de hablar del problema y la otra parte lo evita.

Mi consejo:

Hacerles entender que cada uno tiene su propia manera de gestionar los conflictos.

Hay que respetar los tiempos de cada uno, quizás uno necesite alejarse un poco para reflexionar sobre lo ocurrido.

Esto no significa que no quiera solucionarlo, sino que necesita aclarar ideas y, sobre todo, relajarse.

Hay que pensar que una conversación puede ser mucho más fructífera si ambas partes están receptivas y tranquilas. Presionar siempre va a generar el efecto contrario al que deseamos.

Lo que tampoco es bueno es que se evite por completo el tener esa conversación, pero es necesario que ambas partes entiendan la manera de ser de su pareja y la respeten. Llegar a un punto intermedio es la clave.

“Cuando intento hablar con él/ella, se pone a la defensiva y se siente atacad@”.

Esta problemática suele ir asociada a la cuestión anterior. Presionar al otro para tener esa conversación puede tener el efecto contrario al deseado, como he dicho antes. Puedes conseguir que ceda, sí, pero a cambio tu pareja se sentirá atacado y sus respuestas serán en consecuencia.

Mi consejo:

Intentar solucionar un problema nunca tiene que ser el equivalente a empezar a echar en cara con una verborrea incontrolable todo aquello que nos haya podido molestar, y lo que es peor, en este punto, siempre suelen salir a colación temas del pasado que hacen que el foco del problema actual pierda interés y pase a un segundo plano.

Es muy importante centrarse únicamente en el foco principal, no sacar temas pasados sin resolver.

Además, si vemos que nuestra pareja no está abiert@ a una resolución del conflicto, por el momento es mejor aplazar la conversación, ya que no sacaréis nada en clave, sino que más bien, añadiréis nuevas discusiones.

La clave está en saber encontrar el momento para hablar. No forzar ni llevar al límite a la pareja. Respetar los tiempos de cada uno e intentar focalizar la conversación en el problema concreto.

“Desde que fuimos padres, ya no somos los mismos, no tenemos tiempo de calidad para nosotros”.

Esta cuestión me la suelo encontrar sobre todo cuando han sido padres recientemente.
El haber sido padres recientemente va de la mano de muchos cambios que si la pareja no es capaz de adaptar a su nieva vida, va a generar un deterioro de la relación.

La idea de ser padres, al principio, es algo que se suele idealizar sin tener en cuenta todos los cambios que va a conllevar en el día a día.

Es cuando nace el bebé cuando empiezan a surgir los conflictos derivados de unas altas expectativas y, sobre todo, de una baja capacidad de adaptación a la nueva situación.

Todo nuestro tiempo pasa a ser exclusivo para el bebé. La falta de sueño y de descanso influye mucho en el carácter de las personas, haciéndolas más irascibles y menos propensas a solucionar conflictos.

Además, el reparto de tareas suele estar mal planteado, y en muchas ocasiones, incluso ni se ha planteado.

Mi consejo:

Lo primero que les suelo decir a las parejas que se encuentran en esta situación es que han de cambiar el “chip”, mentalizarse de que sus vidas pasadas han cambiado para siempre, y les insisto en la necesidad de que se adapten a su nueva situación.

Pero siempre hago hincapié en que esto no es excluyente de que puedan encontrar tiempo de calidad para ellos.

Es necesario que mantengan una conversación en la que expongan sus propias necesidades en base a la nueva situación, haciendo un reparto de tareas.

En este punto también les hago entender que no es que la pareja ya no sienta lo mismo, conclusión por una de las dos partes que siempre me encuentro en terapia, sino que ahora las prioridades han cambiado, y se están reajustando.

La clave está en saber encontrar esos momentos para la pareja donde puedan tener citas e ir recuperando ese tiempo de calidad perdido.

Además, les recuerdo la importancia de que se vean como un equipo, no como enemigos. Ante esta frase mis pacientes suelen asentir, porque caen en la cuenta de que habían dejado de verse como un apoyo mutuo, llegando incluso a cogerse manía.

Cuando empiezan a ser conscientes de todo esto, ya no se sienten tan inseguros respecto a los sentimientos del otro, sino que entienden que la situación ha cambiado, pero la base hay que seguir trabajándola.

“En las discusiones siempre queremos llevar los dos la razón, es como una competición”.

Y aquí viene la problemática que no falla en todo conflicto de pareja.
Cuando surge una discusión, ceder no suele estar en los planes de ninguno de los dos.

Las discusiones suelen ir asociadas a que ambas partes quieran tener la razón, sin dar pie a una posible negociación o incluso al reconocimiento del error propio.

Se suele tener la idea equivocada de que una discusión solo puede desembocar en que uno de los dos sea reconocido como el vencedor o el que posee la verdad y la razón.

No hay grises, no hay empate, no hay tregua. Y esto es uno de los mayores errores en la pareja que hace que nunca se lleguen a solucionar realmente los problemas, ya que al final uno suele abdicar solo por desgaste y por ganas de terminar con la discusión.

Esto hace que, en el futuro, la parte que tuvo que abdicar, acabe echando en cara esta discusión, porque la habrá tenido enquistada todo este tiempo.

Mi consejo:

Lo primero que hago es hacerles entender que no siempre tiene que haber un ganador, de hecho, este término no me gusta que lo utilicen para referirse a ellos.

En una discusión, ambos pueden tener parte de razón y parte de culpa, incluso suelo aconsejar que la conclusión sea que ambos entiendan el punto de vista del otro. Habrá veces que esté claro que uno estaba equivocado, pero no suele ser lo común.

Normalmente en las discusiones de pareja, si se tiene en cuente la forma de ser de cada uno y todo el contexto, se acaba viendo cómo ambos tienen que ceder en algo y ambos tienen parte de razón.

Es en este punto cuando tienen que dar por terminada la discusión, sin necesidad de llegar a una conclusión final, sino más bien a un acuerdo mutuo en donde ambos cedan.

Estos son solo algunos de los ejemplos de las problemáticas que más me suelo encontrar en terapia de pareja.

He intentado resolver los conflictos más comunes a modo de guía, de modo que seguramente todos nos podamos sentir identificados en algún momento con estas cuestiones.

Pero dejo para un segundo artículo la continuación de este, ya que encuentro muy interesante encontrar cuestiones comunes a casi todas las terapias de pareja, lo que me lleva a pensar que todos, en algún momento, podemos vernos en estas situaciones, y ver que no somos los únicos puede ayudar mucho y, sobre todo, hacer hincapié en la necesidad de acudir a terapia si te ves reflejad@ en alguna de estas cuestiones, sin esperar a estar al borde de la ruptura.