La sociedad está sometida a un estrés constante, y es que no somos conscientes del ritmo de vida que llevamos acelerado.

Estamos viviendo de primera mano lo que en términos psicológicos se llamaría la sociedad de la inmediatez.

Los avances y las nuevas tecnologías nos abocan a un ritmo en el día a día que, aunque nuestro cuerpo es capaz de soportar, nuestra mente enmascara y calla, hasta que llega un punto de no retorno en el cual nuestro cuerpo nos pide a gritos un descanso tanto emocional como físico.

Solemos esperar a padecer algún síntoma físico para tomarnos un descanso, bajar el ritmo y pararnos a respirar profundamente.

Como seres sociales y competitivos que somos queremos llegar a todo aquello que las redes nos muestran y que nuestro entorno expone. “No podemos quedarnos atrás” es lo que solemos repetirnos una y otra vez, dejando a un lado el raciocinio y el sentido común, para echarnos a la carrera en pos de una meta que seguramente tan siquiera es nuestra, si no del entorno.

Estamos olvidando la individualidad, los propios objetivos, las pequeñas cosas que nos hacen felices. Y las estamos olvidando porque nos llenamos la mente de sesgos y creencias irracionales tales como: yo debería poder hacer eso también.

Los “debería” están acabando con la conducta sana y realista de cada individuo. Nos estamos exigiendo más de lo que podemos abarcar, sin llegar a profundizar en ninguna de las metas propuestas. Simplemente pensamos en ser capaces de llegar a ellas, sin pararnos a pensar si quiera si es alcanzable, si es algo que realmente queremos y, por ende, olvidamos disfrutar del camino, de los pequeños detalles.

Los likes de las redes sociales están siendo los protagonistas y los decisores finales del camino que escoge cada persona.

Estamos perdiendo el timón de nuestra propia vida, y decidimos creer en todo lo que leemos en redes, perdiendo la capacidad de autocrítica y opinión propia. Ya no importa tanto lo que nosotros mismos pensemos si no más bien lo que gente anónima opine en redes. Nos juzgamos a nosotros mismos en función de los comentarios que nos hacen y los likes que recibamos.

Necesitamos volver a recuperar la individualidad y el pensamiento crítico. La sociedad necesita poner en duda lo que lee, hacer críticas constructivas de lo que se sube en redes y, sobre todo, poseer la suficiente personalidad como para no dejarse arrastrar por la inmediatez de las cosas y la opinión pública y social.

Todos tenemos algo especial que nos diferencia de los demás, y al querer ser lo que no somos estamos olvidando ese algo.

Parémonos a pensar si el camino que hemos escogido es el que realmente queremos, o si hemos sido arrastrados. Recapacitemos sobre si las decisiones que hemos tomado han sido propias o influenciadas por la sociedad. Reconozcamos si realmente estamos disfrutando de las pequeñas cosas o si estamos demasiado enfocados en llegar a la meta sin mirar a los lados.