En esta ocasión quiero hablaros de algo con lo que cada vez más me encuentro en terapia. Un problema al que muchas personas se enfrentan día a día.
El mundo está sometido a un continuo cambio el cual nosotros no podemos detener a nuestro antojo.
Nos ocurren cosas, desgracias imprevistas, momentos felices que queremos saborear más, cambios inesperados que no buscábamos, personas que aparecen y desaparecen de nuestras vidas sin previo aviso.
Como veis, son muchas las situaciones que se nos presentan en nuestro día a día y para las cuales no estábamos prevenidos.
Uno de los mayores problemas a los que se enfrentan las personas que acuden a terapia por ansiedad, hacen referencia a la necesidad constante que tienen estas personas de controlar todo lo que ocurre en sus vidas, extrapolándolo incluso a su entorno.
Olvidan el presente con el único objetivo de estar prevenid@s a lo que pueda ocurrir.
¿Y qué quiere decir esto? ¿Cómo les afecta?
Este tipo de personalidades suelen caracterizarse por ser perfeccionistas y controladoras, no queriendo dejar nada al azar.
En su mente imaginan una multitud de posibles escenarios que creen que pueden llegar a ocurrir, normalmente escenarios catastróficos, en función de pequeños acontecimientos de su vida diaria.
Con ello, están provocando que su mente trabaje inagotablemente planteando soluciones a supuestos problemas que con casi toda probabilidad jamás lleguen a ocurrir.
No solo hacen trabajar hasta la extenuación a su mente, sino que provocan en su cuerpo una respuesta fisiológica que los prepara para la “posible” amenaza que sus mentes están imaginando.
Sin ser conscientes, ponen en marcha el engranaje del cuerpo/ mente que se encarga de prevenir a la persona de posibles peligros. Un engranaje que activa una respuesta de miedo irracional, angustia, ansiedad y que puede conllevar distintas respuestas según cada persona. Desde la evitación/ huida, hasta la puesta en marcha de un plan de ataque / defensa para esa “posible amenaza”.
Todo ello provoca un agotamiento tanto físico como mental que deja a la persona exhausta, y más tarde le llevará a una frustración al darse cuenta de que realmente no ha ocurrido lo que imaginaban.
Pero no es así para su salud mental y física, para ambos la amenaza ha sido totalmente real y se resienten como si hubiesen tenido que hacerle frente.
Para ayudar a mis pacientes a lidiar con esta problemática, lo primero que hago es hacerles entender lo innecesario de someterse a sí mismos a ese nivel de estrés y ansiedad, puesto que son escenarios catastróficos sin apenas fundamentos para que se cumplan.
Pero no les dejo desprovistos de herramientas para que puedan hacer frente a cambios inesperados que, en definitiva, vienen a ser la raíz del problema.
Para ello, les ayudo a desarrollar su capacidad de adaptación.
Como comentaba al principio, la vida es un continuo cambio, y necesitamos de mecanismos de adaptación para enfrentarnos a ellos.
No hablo de estar en guardia constantemente. Porque caeríamos en el error del que he hablado anteriormente.
Hablo de abrir nuestra mente, de dejar espacio en ella para nuevos acontecimientos. Tener una mente rígida y que no dé opción al cambio hace que inesperadas situaciones no tengan cabida en nuestra mente.
Ésta sería la manera más adecuada para desarrollar nuestra capacidad de adaptación:
En terapia analizaríamos en profundidad cada paso hasta llegar a la adaptación.
Si no queremos someternos a un miedo irracional constante debemos educar a nuestra mente en este tipo de habilidades para que no sintamos la necesidad de estar siempre en guardia, puesto que con estas técnicas no necesitaremos imaginar posibles escenarios, ya que sabremos que contamos con las herramientas adecuadas para hacerles frente.
Quiero terminar este artículo destacando la importancia de corregir nuestros pensamientos irracionales y que carecen de fundamentos reales para que se cumplan, de manera que podamos disfutar del momento presente.
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